viernes, 16 de abril de 2010

Tengo ganas de llorar, de llorarte

Podría decir que más que ganas de llorar, tengo ganas de llorarte, (a pesar de mis manías y mis cabreos o rabietas, porque me veas en ese estado) necesito hacerlo. ¡Quiero llorarte! Lo necesito, pero no como se le llora a alguien que “no está”. Yo te lloraría porque estás, porque me ves, porque me tocas. Yo te lloraría a la cara.

A ti que no existes más que en mi anhelo de que existas, anhelo de que estés, anhelo de que te encuentre. Estos días en los que mi mente esta pesada, tan consciente de todo pero a la vez de nada, consciente e inconstante de mi alrededor, colmada de pensamientos, pensamientos que siempre yacen. Están. Pero no suelen despertar. Me devoran, me corroen, me arrancan la piel, me absorben la mente, ellos despiertan con un gran sobresalto, que en mi hace reacción.
¡Y reacciono!

En un mar de pensamientos, de voces, todas tan conocidas para mi, todas tan mías, que no escucharlas es imposible. Y me ahogo. Pero no quiero, lucho, lucho,…. Y lo único que consigo son ganas de gritar, de clavarme las uñas en la garganta y estirar. Fuerte. Fuerte. Tan fuerte que consiga desgarrar mi piel. Ganas de arrancarme la cabeza, de comprimirla, de aplastarla, de hacerla trizas, de conseguir ahuyentar las voces de esos pensamientos que son ecos en mi cabeza. De conseguir no pensar eso. No pensar en eso.
Eso que hace que me conozca más, no quiero más. ¡No quiero más!
¿De que me sirve conocerme si me hará más mal que bien? No es tan grande el conocimiento como para hacerme tanto daño. No vale tanto. No vale.


…¿Hasta que punto tenemos que llegar a conocernos?...

No hay comentarios:

Publicar un comentario