domingo, 16 de mayo de 2010

La casa de los pensamientos

Todo el mundo construimos nuestra propia casa de pensamientos según la forma de ser. En ella tenemos rincones y recovecos que no enseñamos a nadie, y es lo normal.
Pero hay veces que ciertas personas convierten esos espacios incluso en habitaciones de las que ni ellos mismos son poseedores conscientes de la llave, y tampoco saben cómo otorgársela a nadie aunque lo deseen. Ese espacio queda vedado a todo y a todos incluso a ellos mismos, es una medida defensiva que han tenido desde siempre, seguramente por las cosas sucedidas durante su niñez.
Y si alguien quiere abrir esa puerta solo llegan hasta el cerrojo, solo pueden ver desde allí lo que oculto queda, solo si saben ver consiguen imaginar lo que debe tener esa sala aunque ellos tampoco puedan conseguir esa llave.
¿Cómo abrir? ¿Cómo abrirse? ¿Cómo dejar entrar a pesar del miedo?
Si se es consciente de ese miedo, si se es capaz de reconocerlo, ¿no debería ser más fácil abrir? Se supone que el primer paso es admitirlo, pero ¿y si no eres capaz de llegar al segundo? A pesar de tener cierta seguridad con la persona que está enfrente y creer que podría ser adecuada para ello. A pesar de poder ver que esa prisión no vale la pena y que es perjudicial para ambas partes de la puerta. A pesar de todo ello… nada. Nada.

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